22 noviembre 2006

Hablar mal de Medellin es facil

Hablar mal de Medellín es fácil... Jugadoras de cartas II fue vendido por casi 1,7 millones de dólares. --> Hablar mal de Medellín, con los prejuicios a cuestas, es hasta fácil. Pero es injusto mantener intactas las imágenes de las peores épocas. Fernando Botero es un icono de Medellín y de Colombia desde hace muchos años. Ayer fue noticia en Nueva York cuando el óleo Jugadoras de cartas II fue vendido por casi 1,7 millones de dólares. Y Medellín y Botero también saltaron a las primeras planas de los diarios y a los titulares de los noticieros de radio y televisión cuando le pusieron un explosivo a su obra El pájaro, en el Parque de San Antonio, causando más muerte y dolor a decenas de hogares en aquella horrible noche de junio de 1995.La ciudad recuerda los peores momentos del año 1991 cuando el número de homicidios llegó al escandaloso techo de 6.349. Es decir, que el índice de homicidios por cada 100.000 habitantes fue de 381. A Medellín le llovieron deshonrosos calificativos, producto de la guerra más cruel que desataron los carteles de la droga. Hasta anunciaron bombardearla. Las noches se teñían de miedo. Ese podría ser el título apropiado para un reportaje, nutrido por hechos tan aberrantes como el pago de dos millones de pesos por cada policía muerto, o por las escenas de matanzas múltiples de jóvenes en las laderas de El Poblado o de las comunas del nororiente y el noroccidente.En esa época muchos pillos que regresaban Nueva York se gastaban cuatro horas para llegar a Medellín y varios meses para acercarse a su hogar en uno de los barrios. Cuentan que un joven que embarazó a su novia no pudo visitarla más, por los muros invisibles que marcaban límites tan estrictos que supo de su hijo cuando escuchó su llanto por teléfono.Cruzar las fronteras urbanas se convertía en un desafío mortal. Transitar cerca a una patrulla de la policía también era un riesgo. Las noches se sucedían frías y solitarias. Vivíamos encerrados y aterrorizados. La confianza ciudadana en las instituciones hizo crisis. Medellín fue marginada hasta en el fútbol internacional. Se convirtió en ciudad proscrita y prohibida para los extranjeros. Hasta los corresponsales de guerra enviaban sus despachos informativos desde Bogotá y Cartagena.El narcotráfico, y sólo el narcotráfico, estigmatizó la ciudad, la llenó de fantasmas y soledades, de muerte, de tantas muertes como las 6.349 del año 1991. Pero también desde esa misma época Medellín comenzó a construir historias de vida y convivencia. El perdón se dio en muchas parroquias en donde el párroco y los fieles eran testigos de actos públicos de reconciliación entre víctimas y victimarios. Después llegaron los pactos de no agresión con bandas y milicias. Hasta el punto que hoy Medellín exhibe el mejor ejemplo de reinserción con los desmovilizados del Bloque Cacique Nutibara.Y Medellín aprendió lecciones en medio del dolor. La ciudad baja año tras año los índices de violencia. No queremos tapar el sol con un dedo. Aquí todavía hay violencia. La pobreza y la falta de equidad quizás no la generan pero sí la favorecen. Pero decir que Medellín es la ciudad más violenta del mundo, como lo afirmó una revista de categoría mundial, o que las Noches de Medellín se tiñen de Miedo, como lo acaba de publicar una revista bogotana, es estigmatizar la ciudad. Es poner un titular estúpido, anacrónico, injusto y parcial.El alcalde Sergio Fajardo Valderrama y el presidente del Concejo, Fabio Humberto Rivera, interpretan la indignación de sus gentes cuando protestan por estas publicaciones o por el uso truculento de imágenes viejas de Medellín, en un video del Partido Popular español para desacreditar al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.Medellín tiene una historia pasada de violencia, pero también una historia actual de reconstrucción de la paz y del tejido social. Poner su pasado en presente no sólo es injusto con la ciudad sino falto de ética.

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